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El primer niño nacido para salvar a su hermano acaba de cumplir siete años

Cada mañana, cuando Soledad levanta la persiana para despertar a sus hijos, los encuentra abrazados en la misma cama. Su marido, Andrés, hace un rato que se ha ido con el camión y ella ya ha tenido tiempo de limpiar un par de portales de su calle antes de llamar a Andrés y Javier para ir al colegio. Duermen en una habitación con dos camas pegadas, cada uno se acuesta en la suya, pero por la mañana su madre se encuentra cada día la misma escena de amor infinito.

Javier acaba de cumplir siete años. El mismo parque de bolas que otros niños, los mismos regalos en la lista ("la Play 4, una tableta..."), la misma piñata, una tarta con el número siete... Andrés tiene 13 años y acaba de empezar su segundo año de instituto ("notables y sobresalientes", presume su madre). De pequeño decía que quería ser hematólogo, ahora ya no, "no sé...".

Soledad y su marido Andrés guardan debajo de la cama una bolsa grande con periódicos que empiezan a amarillear. La foto de los cuatro en las portadas tiene fecha del 12 de octubre de 2008. Ese día, no sólo nació Javier, sino que nacía la esperanza de curar a Andrés, enfermo de una grave anemia congénita desde los cuatro meses. Sin un donante compatible ni en la familia ni en los registros internacionales, la única esperanza para curar su beta Talasemia -un tipo de anemia grave- era un hermano aún no nacido, un bebé salvador que le donase las células madre de su cordón umbilical. Sin trasplante, las estadísticas le daban 35 años de esperanza de vida.

Javier aún no sabe que le llamaron bebé medicamento, que hubo quien criticó a sus padres por su nacimiento, que fueron los primeros en beneficiarse de la Ley de Reproducción Asistida aprobada en 2006 en nuestro país. Tampoco sabe que antes que los suyos, otros padres tuvieron que viajar al extranjero para seleccionar los embriones sanos y compatibles con un hermano enfermo porque la ley española aún no lo permitía.

Los niños de la portadaAndrés sí. Él sí sabe que su hermano le salvó la vida. Curado. Él ha visto los periódicos y hasta el documental que protagonizó su familia (y que incluso estuvo preseleccionado para los Goya). Sólo él sabe lo que fueron los seis años antes de Javier (transfusiones constantes, mascarillas, hospitales, inyecciones, siempre enfermo, siempre sin ir al colegio); y lo que han sido los últimos siete. Curado. Un niño normal, entrando en la adolescencia. Él eligió el nombre de su hermano por un profesor de la guardería; a cambio, Javier repobló su médula ósea completa con células madre sanas. "Son hermanos de sangre", dicen sus padres, "nada de bebé medicamento. Mi hijo no es una aspirina".


Fecha: 2015-11-02
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