La tradición de gozar de una tranquila intimidad se aplica a ese período en el que una pareja inicia su vida juntos, se toman una luna de miel para darse todo su amor y disfrutar de las mieles de éste sin prisa y alejados de las exigencias del mundo. De igual manera, una madre y su hijo necesitan ese tiempo para conocerse y conectarse una vez que ha nacido, éste como bebé y ella como mamá. Reconocer el sonido del llanto de su bebé, el personal olor corporal de su hijo es algo que una madre puede desarrollar en apenas minutos de haber tenido cerca a su cría.

Papá debe cuidar el ambiente que favorezca esa luna de miel entre mamá e hijo. Si es preciso, es ideal recibir asistencia familiar o profesional para que mamá no tenga ninguna presión y pueda soltarse a vivir la experiencia de forma suave y natural al encuentro no sólo de su hijo sino también de su instinto materno.

Existen comportamientos científicamente inexplicables que llevan a creer que las madres desarrollamos un sexto sentido que nos conecta a nuestros hijos telepáticamente y si no, de qué otro modo explicar que una puede anticipar que tu hijo te llamará en unos cuantos minutos, distinguir su llanto del de otros bebés y predecir que se trata de hambre, sueño o simplemente desea ser contenido en tus brazos.

Durante la lactancia ocurre un suceso impresionante: ante un ligero llanto del bebé, el cuerpo de mamá responde expulsando unas gotas de leche de sus senos avisándole que todo está listo para alimentar a su bebé, incluso estando ella en otra habitación.

La mujer que amamanta sabe que el momento de alimentar a su bebé es cuando más relajada se encuentra, es un momento de establecer contacto con su hijo de una manera suave, pero muy profunda y transmite a su bebé esa tranquilidad física y emocional. En el momento en el que toca a su hijo, lo acomoda a su seno, lo acaricia mientras éste succiona su leche, lo está alimentando también con su amorosa mirada que le reconoce y le contiene. Se trata de una nutrición emocional que a ambos les regala una dulce calma, una auténtica luna de miel.

Existe un elemento bioquímico que juega un papel clave en este momento: la oxitocina, una poderosa hormona que se libera en el cuerpo de mamá para ofrecerle ayuda en reducir sus estados de estrés, dolor, ansiedad o miedo. Es la hormona de la calma, el amor y la sanación.

Existen estudios que revelan que a mayor nivel de oxitocina en la sangre, más intensa es la sensación de calma, de ausencia de estrés y mejor es la relación de una madre con su bebé.

En diversas tribus del mundo se ha observado cómo las madres primerizas y sus bebés se recluyen a un espacio íntimo durante un ciclo lunar, en el que establecen un vínculo afectivo con su hijo y se ¨conectan¨ a través de pasar día y noche juntos. A medida que ella se concentra sólo en alimentar a su bebé, acariciarle, conocerle, se va desarrollando ese apego, esa conexión que les mantendrá unidos siempre.

No todas las madres experimentan de inmediato ese amor por su bebé recién nacido, el vínculo afectivo es un proceso que puede llevar tiempo, pero que definitivamente requiere cercanía. Tal ves te des cuenta que haz establecido una conexión con tu hijo cuando te mira y sientes que te invade la dicha y la ternura.

Curiosidades de la luna.

La luna siempre ha estado conectada con la energía de las mujeres. Se asocia al movimiento de las mareas y de las emociones. Un período lunar dura 28 días aproximadamente, como la menstruación de las mujeres y 9 lunas dura un embarazo. El ciclo que va de luna nueva a luna creciente hasta convertirse en una luna llena va lleno de impulso vital y decrece una vez que la luna menguante aparece hasta volverse invisible. Le han rendido culto sabios y poetas. Le han seguido fielmente agricultores que se guían en ella para sus cosechas y existe la creencia de que es en luna llena cuando los hospitales reciben más mujeres a punto de parir.

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