La historia de cada mujer que se convierte en madre es muy particular y distinta de todas las demás. Están las que desearon por mucho tiempo tener un bebé y lo buscaron por años y años hasta lograr quedar embarazadas. Están aquellas que sin planearlo, se vieron sorprendidas por un embarazo inesperado. Muchas planean con su pareja desde el principio, el número de hijos que quieren tener y otras, van adaptando su decisión al ritmo que toma su familia en construcción; y ya sea de acuerdo a su salud o bienestar económico van por el número de hijos que desean tener o cambian su decisión y se quedan con uno sólo.

Lazos que nos unen

Muchas mujeres refieren haberse sentido cobijadas durante los primeros días de su maternidad por una mujer que les brindó su apoyo y compañía mientras ganaban confianza en atender a su propio bebé. La madre, hermana, suegra o amiga que nos dijo cómo bañar al bebé, que nos preparó una bebida reconfortante o nos ayudó a acomodar al bebé en nuestro regazo. Esa cálida compañía de otra mujer nos asegura que no somos la única mujer (ni la primera, ni la última) que siente este torbellino de emociones que van de la alegría inmensa a la tristeza o cansancio extremo.

Cuéntame…

Las mujeres tenemos una gran necesidad de comunicar nuestros pensamientos acerca de la maternidad que ejercemos. Y, como una manera de recapitular la experiencia, contamos los detalles de nuestros síntomas y antojos del embarazo, nuestros sueños y temores acerca del nacimiento de nuestro bebé, la experiencia personal y única del parto (tal y como lo vivimos nosotras), no como lo narró el médico y lo percibió la pareja, por ejemplo. Nos medimos con otras mujeres para ganar su aprobación y pertenecer al club.

Dime más…

Y así, ante el reto de la crianza de nuestros hijos, preguntamos y aprendemos. A través de las dudas y los aciertos, crecemos en nuestra maternidad. Nos asombran los logros de nuestro bebé y la confianza que adquirimos día a día, pero lo importante es que compartimos por igual, inquietudes que aciertos, alegrías que tristezas.

Somos tribu

Somos naturalmente solidarias con otras madres como nosotras y compartimos nuestras experiencias para ayudar a amigas o conocidas a enfrentar los retos de su propia maternidad. Ayudamos porque sabemos lo valiosa que es la ayuda y la necesitamos todas: cuidar un rato a tu bebé, prestarte el cochecito que ya no usa mi hijo, hacer ronda para la escuela, ayudarnos en la organización de la fiesta infantil, recomendarnos al pediatra, pasarnos la receta, etc.

Mamás en línea

Las mujeres que somos mamás nos mantenemos conectadas al tener en común la crianza de nuestros hijos, aunque a veces encontramos también otros motivos, intereses o aficiones que nos unen. Nos comunicamos con los recursos a nuestro alcance: cara a cara, por teléfono, por whatsapp, facebook, twitter, skype, etc. Ahora más que nunca es difícil perder el contacto si tu quieres mantenerlo con cualquier grupo de amigas.

Amigas

Están las amigas del psicoprofiláctico, del club de lactancia, del parque, del kínder, de la colonia, las de la infancia o la escuela, las del trabajo, hasta las amigas cibernéticas con quienes hiciste click en las redes, mujeres que admiras o que te admiran. Su amistad puede representar a la vez un estímulo y un remanso. A veces sólo hablar y que te escuche es suficiente para valorar un tiempo que es sagrado. Otras serás tu quien deberá atender al llamado. Como toda amistad, se trata de un asunto de ida y vuelta.

Nutre tu amistad

Mientras los hijos crecen tendrás muchas oportunidades para afianzar esa amistad a través de las ocasiones en las que coincidirán, habrá fiestas, reuniones, festivales, cumpleaños en común, tal vez sus hijos comiencen a su vez una amistad que dure muchos años. Y como en toda relación es posible que el tiempo o la distancia les separe, pero mientras dure, será para ti una luz que ilumina tu maternidad. Aprecia y cuida a tus amigas.

Las amigas curan

Hoy se sabe que al convivir con las amigas se reduce el riesgo de enfermarnos al disminuir la presión sanguínea, la frecuencia cardiaca y el colesterol. Al parecer las amistades nos ayudan a vivir más tiempo y mejor. Un estudio de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) sugiere que las mujeres respondemos al estrés con un caudal de químicos cerebrales que nos hacen tener amistades y mantener ese lazo.

Las amigas dan forma a lo que somos y a la persona en la que nos convertiremos. Calman nuestro mundo interior, llenan los vacíos emocionales que experimentamos en pareja y nos ayudan a recordar quién somos realmente. El tiempo que pasamos entre amigas puede contrarrestar el estrés que experimentamos cotidianamente. Según este estudio, cuando nos involucramos en cuidar a los hijos y entablar amistades, liberamos más oxitocina, que es la hormona que produce ese efecto calmante que nos hace sentir paz y bienestar.

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